La zona de venta de cárnicos y procesos de embutidos en San Juan, ubicada en la confluencia de Iztapalapa, Iztacalco y Nezahualcóyotl, se ha convertido en un verdadero foco de caos, donde convergen una serie de problemáticas que afectan tanto a los habitantes como a la seguridad pública. En este lugar, la invasión del espacio público, el manejo insalubre de los productos cárnicos, el tráfico de drogas, la violencia y la presencia de armas de fuego son solo algunos de los males que afectan la vida diaria de la comunidad.
Más de mil 500 negocios, tanto legales como ilegales, operan en esta zona, y la situación ha empeorado con el paso de los años. La venta clandestina de carne, junto con la matanza de animales en patios de casas y en plena vía pública, ha provocado graves problemas de salud, incluyendo la saturación del drenaje y la acumulación de basura. La delincuencia organizada tiene un control casi total sobre la zona, y las autoridades municipales luchan por imponer el orden.
Vecinos y comerciantes se quejan de la presencia de grupos que operan bajo un sistema de poder local, donde las extorsiones y los robos son frecuentes. La violencia es tan palpable que, según testimonios de los residentes, aproximadamente el 80% de los carniceros porte armas de fuego. Además, la adicción a las drogas entre los trabajadores del sector y el consumo de alcohol en la vía pública son comunes, lo que agrava aún más la situación.
En respuesta a estos problemas, las autoridades locales, encabezadas por el presidente municipal de Nezahualcóyotl, Adolfo Cerqueda, han buscado soluciones para mejorar la vialidad en la zona, como la construcción de un segundo piso sobre Periférico Oriente para aliviar el congestionamiento generado por la actividad comercial. Sin embargo, el reto sigue siendo enorme, ya que la falta de control en el área ha llevado a la proliferación de negocios informales y ha convertido a la zona en un caldo de cultivo para la delincuencia.
A pesar de los esfuerzos para regularizar y poner orden en la venta de cárnicos, la dinámica del lugar se mantiene en un limbo, entre la permisividad de los actores políticos locales y la resistencia de los comerciantes que controlan la zona. La situación de San Juan se ha convertido en un verdadero “callejón sin salida”, donde la falta de acción y la impunidad parecen prevalecer, afectando a la comunidad y a las autoridades por igual.