Cada 16 de diciembre, inician las tradicionales posadas en México, una celebración con profundas raíces religiosas que rememora el camino de María y José hacia Belén en busca de un lugar seguro para el nacimiento de Jesús, explicó Antonio Borja Vargas, rector de la Catedral de León.
“Cada festividad en la Iglesia tiene una preparación, y estas se llaman novenarios. La posada es un novenario desde la perspectiva de la piedad popular, marcado por el rezo del Santo Rosario y los cantos de petición de posada”, señaló Borja Vargas.
Las posadas combinan oración, canto y elementos simbólicos que enriquecen la experiencia espiritual. Entre ellos destaca la piñata de siete picos, que representa los siete pecados capitales. Romperla simboliza la lucha contra el pecado, mientras que los dulces y regalos que caen son un signo de la alegría y esperanza que trae el nacimiento de Jesús.
Otro elemento característico es la luz de las velitas que los participantes encienden durante las procesiones, las cuales representan a Cristo como la luz que disipa las tinieblas.
El tradicional “bolo” o aguinaldo, compuesto por dulces, frutas o pequeños regalos, también es un recordatorio del nacimiento de Jesús como el mayor obsequio de Dios para la humanidad.
Borja Vargas enfatizó que las posadas son un tiempo de preparación espiritual para la Navidad, centrado en la oración y el recogimiento. Sin embargo, también lamentó que, con el tiempo, esta tradición haya tomado un enfoque más social, en ocasiones perdiendo su esencia espiritual.
“Lo que menos se tiene a veces es la presencia de Jesús y María. La actividad espiritual se sustituye por el desenfreno, alejándonos del verdadero sentido de esta celebración”, comentó.
A través del rezo, los cantos y el compartir dulces, las posadas ofrecen un momento de unión y reflexión que prepara a los fieles para celebrar la Navidad. Así, esta tradición sigue siendo un recordatorio de la fe, la esperanza y la luz que el nacimiento de Jesús trae al mundo.