Ciudad de México – Los espacios públicos han sido, por generaciones, puntos clave para el comercio ambulante en la capital mexicana, especialmente en áreas de alta concurrencia. Sin embargo, este fenómeno, profundamente arraigado en la vida urbana, enfrenta retos crecientes derivados de la gentrificación y las políticas públicas enfocadas en la recuperación de espacios históricos y el ordenamiento urbano.
Según Vicente Moctezuma Mendoza, autor del libro “El desvanecimiento de lo popular: Gentrificación en el Centro Histórico de la Ciudad de México”, la gentrificación transforma zonas urbanas populares mediante inversiones que desplazan a los habitantes y comerciantes originales, sustituyéndolos por otros con mayor poder adquisitivo. Este proceso no solo reconfigura el entorno urbano, sino que también genera conflictos entre los comerciantes informales y las autoridades locales.
Un punto crítico en esta pugna ocurrió en 2007, cuando más de 15 mil vendedores ambulantes fueron retirados de 200 manzanas del Centro Histórico. Este desalojo, promovido bajo el Plan de Manejo Integral, pretendía reubicar a los comerciantes en plazas comerciales. Sin embargo, testimonios como el de Ana, quien narra en el libro cómo aprendió a evadir la vigilancia con estrategias ingeniosas, revelan que muchos han encontrado maneras de resistir, adaptándose a las nuevas condiciones para preservar su forma de vida.
Además, los llamados “toreros”, especialistas en la venta ambulante rápida y clandestina, ejemplifican la capacidad de los comerciantes para reorganizarse frente al hostigamiento y la persecución. Este fenómeno refleja una lucha por la supervivencia en un contexto donde la renovación urbana y la memoria histórica se entrelazan con intereses económicos y sociales.
Mientras tanto, la regulación del comercio ambulante sigue enfrentando desafíos. Según el Reglamento de Mercados, vigente desde 1951, se prohíbe la instalación de puestos en áreas específicas, como camellones, parques públicos y frente a edificios educativos o religiosos, restricciones que subrayan la complejidad de equilibrar las demandas de modernización con las necesidades de miles de comerciantes que dependen de estos espacios para subsistir.