Rodrigo Díaz, director de Movilidad del Instituto de Recursos Mundiales (WRI), destacó la necesidad urgente de regular las emisiones contaminantes de las motocicletas, que han aumentado considerablemente en los últimos años en el Valle de México y en todo el país. Según el Inventario de Emisiones de la Zona Metropolitana del Valle de México, en 2020, el 17% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provenían de estos vehículos. Además, en 2022, las ventas de motocicletas superaron a las de automóviles, con 1.25 millones de unidades vendidas, frente a 1.9 millones de autos, lo que refleja un crecimiento acelerado en la circulación de motos. Entre 2012 y 2022, las motos registradas en México aumentaron un 330% según datos del Inegi.
Díaz consideró que una de las principales medidas para reducir la contaminación de las motocicletas sería la implementación de catalizadores Euro 3, los cuales limitan las emisiones de gases contaminantes. Aseguró que el gobierno federal debe regular a los fabricantes para que todos los vehículos nuevos cuenten con estos estándares mínimos de emisiones. En particular, destacó la Ciudad de México como la zona con el mayor porcentaje de contaminación generada por motocicletas, debido a la gran cantidad de vehículos que circulan sin regulaciones adecuadas.
El WRI también detectó que muchas motocicletas en la capital provienen de otros estados, como Guerrero, lo que dificulta el registro exacto de la cantidad de motos en circulación. La organización estima que actualmente hay unas 700,000 motos en circulación en la Ciudad de México, mucho más que las 300,000 reportadas en la Encuesta Origen-Destino de 2017. Además, se calcula que el 20% de las motos que circulan en la ciudad no cuentan con placas o permisos para conducir.
El crecimiento de las ventas de motocicletas, impulsadas por su bajo costo, ha sido notable en tiendas departamentales como Coppel, lo que ha hecho que la Ciudad de México y el Estado de México representen el 15% de las ventas anuales a nivel nacional. Este aumento de motocicletas sin regulación adecuada representa un desafío tanto en términos de contaminación como de seguridad en las vías.